jueves, 2 de junio de 2016

LA CRISIS DEL MAR MENOR Y LO QUE QUEDÓ POR HACER

La situación crítica en la que se encuentra hoy la laguna del Mar Menor era algo que se veía venir desde hace al menos veinte años. A primeros de este siglo, se iniciaban las obras de recogida de los drenajes de riego del Campo de Cartagena en una zanja drenante, perimetral a la línea de costa, para que los nitratos, fertilizantes y pesticidas no siguieran llegando a la laguna.
Perpendicularmente a este drenaje principal, se estaba entroncando en él una red de tuberías que deberían recoger las salmueras de los cientos de pequeñas desalobradoras del agua de los pozos de la zona. El efluente era bombeado hacia el norte, hasta el límite provincial en El Mojón, donde una desalobradora trataba el agua mediante ósmosis inversa y la impulsaba de vuelta al canal del trasvase Tajo-Segura para su reutilización en el regadío.

Pero la obra no se concluyó, los salmueroductos se rompían y los lixiviados seguían llegando a las ramblas y al mar Menor.

En  2007 se retomó la idea y la CHS y la Consejería de Agricultura, con el impulso y colaboración de los agricultores afectados, agrupados en la Asociación de Usuarios de Aguas Subterráneas del Campo de Cartagena, elaboraron un inventario de pozos y desalobradoras y estudiaron mejorar y perfeccionar la alternativa que había quedado a medio desarrollar.


Se vio que las evoluciones del nivel del agua en los pozos de la zona estaban siendo claramente ascendentes en la franja costera;  hasta el punto, que muchos edificios que se construían en aquél momento del “boom inmobiliario” debían achicar de sus sótanos esas aguas freáticas cargadas en nitratos. Por ejemplo, en San Javier y en el centro de Los Alcázares.



Evolución de la profundidad a la que se encuentra el agua en un pozo de Torre Pacheco desde mediados de los años 80 hasta la actualidad. Fuente: Visor MAGRAMA.

Es decir, el exceso de riego en la mitad oriental del Campo de Cartagena con agua externa al sistema y procedente del Tajo, había recargado los acuíferos de tal forma que ese aumento de la carga hidráulica hacía que una importante volumen de agua subterránea se drenara al Mar Menor y a las ramblas del entorno, como a la famosa del Albujón (ver gráfica de arriba).

Por otra parte, los cultivos tradicionales y los frutales en fincas pequeñas, eran ya poco rentables en aquel momento, y se imponían los cultivos hortofrutícolas bajo plástico con dos y tres cosechas al año. Cultivos como los pimientos, necesitan agua de muy buena calidad y la del trasvase no reunía siempre esos requisitos. La ayuda de un pequeño pozo y la desalobración de su caudal, mejoraba mucho la calidad del agua de riego y la garantía del suministro en todo momento.


Dichos pozos eran el Plan B de los pequeños agricultores en el caso de que hubiera déficit de agua en la cabecera del Tajo o “problemas de suministro” puntuales dentro de la Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena.

La Plataforma de Usuarios de las Aguas Subterráneas del Campo de Cartagena, que agrupó a todos estos agricultores que tenían pequeños pozos y desalobradoras, pedía una solución del problema y su colaboración fue tal, que facilitaron un inventario detallado de la ubicación exacta de esos pozos y de las desalobradoras.


Fruto de esa colaboración, se realizaron distintos estudios que concluyeron que: dichos pozos podían ser perfectamente legalizables a tenor de la Ley de Aguas como concesiones de escasa importancia o como pozos de menos de 7.000 m3/año para mejorar la garantía de suministro del agua del Trasvase Tajo- Segura. Y que las desalobradoras asociadas a muchos de esos pozos, podrían también legalizarse si el vertido fuera conducido a depuradora en circuito cerrado.


Y en ese momento surge la idea de retomar el proyecto anterior. Es decir, construir una malla de tuberías aprovechando el trazado de los caminos, en la que entroncarían esos vertidos de las desalobradoras y que los condujeran hasta una tubería principal perimetral a la costa y de allí a la desalobradora de “El Mojón”


Una vez desalobrados, el rechazo resultante sería tratado en una depuradora antes de verterlo en el mar Mediterráneo a través de un emisario submarino, como vemos en la imagen siguiente.

Trazado sobre Google earth del posible mallado de tuberías de recogida de los drenajes del Campo de Cartagena. Fuente: Elaboración propia

Aprovechando ese mallado de tuberías primarias (perpendiculares a la laguna) y secundarias (paralelas al litoral) conectadas entre sí y de titularidad pública; el agricultor que tuviera una desalobradora, solamente tendría que acometer a su costa la obra de entroncar desde su finca hasta la tubería más cercana (a unos 500-800 metros).

A este sistema, se le añadiría el antiguo de zanjas drenantes (color naranja del mapa de arriba), que abocaría el agua recogida (por tramos) a la tubería principal camino de El Mojón. Diferentes impulsiones garantizarían el movimiento del efluente recogido.

Las obras no se hicieron y el Mar Menor, diez años después, está en coma.

Si se hubieran realizado, y por muchísimo menos dinero de lo que costó la desaladora de Escombreras o el aeropuerto de Corvera, ya llevaríamos un lustro regenerando el Mar Menor en vez de contaminándolo. Hoy no sería una "sopa verde".

Por otro lado, el mayor beneficio de fomentar el empleo de las aguas subterráneas en el regadío del Campo de Cartagena, además de poder reducir el caudal trasvasado desde el Tajo, es que se invierte el sentido de flujo del agua continente-mar


En efecto, regando intensivamente con agua fluvial externa, el flujo freático se intensifica. Por el contrario, regando con el agua de los acuíferos de la zona, se invierte este flujo y se favorece una ligera intrusión marina en la franja costera, que dificulta la salida de los drenajes al Mar Menor, al tener estos menor densidad y flotar sobre el agua del mar intruida.

Además, la malla de salmueroductos y el uso de las aguas subterráneas, no solo favorece la reutilización del agua de riego, sino que también reduce el drenaje subsuperficial a las ramblas como la de El Albujón. Pues las ramblas, por definición, tienen que estar secas cuando no llueve.


Concluyendo, estas obras pensadas hace unos 10 años, quedaron pendientes de ejecutar y se deberían retomar. Pues armonizan todos los intereses: los medioambientales, los de los agricultores, los del turismo y, en definitiva, los de todos.

Pero sus efectos beneficiosos no se verán de hoy para mañana. El coma será largo, pues se ha perdido mucho tiempo. Pero con esta solución, el Mar Menor resucitará y lo podremos volver a ver con sus aguas transparentes y sus caballitos de mar. 

¿A qué estamos esperando?

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